miércoles, 30 de junio de 2010

Y hacia Caballito vamos...

Yo no nací en Caballito, no. Yo nací en el Sanatorio Anchorena, por Palermo-algo hace un buen tiempo. Y no es un tecnicismo eh, tampoco vivía en Caballito en ese entonces. Vivía en Almagro, o Villa Crespo, ya ni recuerdo. Si lo pienso, he vivido en tantos lugares que es mejor no pensarlo.

Pero lo que sí sé es que no nací en Caballito. No, no. Caballito es el barrio que elegí para morirme. Sí, hace cuatro años me vine para Caballito, movido por las circunstancias. Me corrieron, me echaron de Almagro. Me exiliaron. Y decidí pasar mi ostracismo en Caballito.

¿Que por qué? No, no es que disfrute pisar mierda todos los días. No, tampoco miro vidrieras. No, no son las confiterías y las casas bajas, ni esquivar a los viejos con paraguas. No. Como le dije, a Caballito me trajeron las circunstancias y creo que fue el mismo día que llegué que me di cuenta que me moría acá. Eso si que me acuerdo. Lo que se lloró ese día… amuchado en un rincón, abrazando a mis rodillas y llorando. Bueno, ese día me morí un poco, en el exilio. Y tal vez fue ahí que me di cuenta. Me gustaría pensar eso, y no que tardé cuatro años más en notarlo.
* * * *

Cuatro años después sigo en ese rincón, abrazando mis rodillas. Cuatro años después sigo entre llantos, en el rincón. Hoy sé que ya está. Dígale como quiera: las cartas están echadas, el destino está escrito, la suerte… algo. Esto que parecía un exilio, del que las circunstancias acaso podrían haberme quitado, se convirtió en eterno. Se instaló, como la niebla que se recuesta y pone cómoda entre dos montañas y no parece querer levantarse. Así, mi exilio solo llega a su fin con mi muerte. No muero de pie, ni viví de rodillas. Viví amuchado, en un rincón, llorando.