martes, 24 de febrero de 2009

La última ronda

Los cuatro se sentaron en el piso, con las piernas cruzadas una por encima de la otra y se miraron fijamente. Compartieron la seriedad de sus rostros. No mediaron palabras por un largo rato. No hacían falta palabras: no son necesarias cuando ya todo está dicho. La vida los había alcanzado y no quedaba más que seguir adelante. Por unos instantes se aislaron de todos los ruidos de su alrededor, sonrieron, lloraron, pero no hablaron. La campana los trajo nuevamente al mundo real. Formaron la fila habitual y partieron a sus casas. Habían terminado el séptimo grado.


*dedicado a Franz Kafka (porque no soy para nada pretencioso, ja)

jueves, 19 de febrero de 2009

Sobre el hombre que sí cambió el mundo

Esa mañana, desde que se levantó sabía que no iba a ser un día cualquiera. Tenía todo listo - todo planeado. En realidad, no tenía nada. Pero lo veía claro... veía todo claro. Como si de repente el mago hubiera corrido una cortina y le revelara la fuente de sus trucos, sus secretos. Como si hubiera encontrado la página del manual de instrucciones de la vida que está en castellano. Sí. No tendría todo planeado, pero tenía todo claro... y entonces poco importaba el resto.

Tenía todo tan claro que cuando se acostó la noche anterior, ya no tuvo miedo a la soledad de apagar el televisor. Lo apagó convencido. No cerró los ojos escapando de nada. No. Los dejó bien abiertos, casi como si estuviera tratando de ver la sonrisa que se dibujaba en su rostro. Como si quisiera absorber la adrenalina que corria por su cuerpo y ya innundaba su dormitorio. Como si miles de angeles lo hubieran venido a buscar y el no quisiera perder detalle. Así fue la noche anterior y por consiguiente, su despertar fue.... pocas palabras para describirlo.... fue relampagueante. Despertó con la fuerza de mil hombres, con la mente más agil que nunca, con el entrecejo sin fruncir (como otras veces), con la sonrisa todavía ahí. Y con los ojos abiertos como hacía años que no estaban.... como si quisieran hablar y decirle a quien los mirara "aca estamos, y de acá no nos movemos".

Ese día se levantó sabiendo que iba a cambiar el mundo. No necesitaba su mejor traje para hacerlo, no necesitaba zapatos, ni una corbata. Entonces, todas esas máscaras quedaron hoy en su casa. Se dijo que si quería cambiar el mundo necesitaría ser él mismo y sabía que él no era de los que usan traje, ni zapatos ni corbatas. Alcanzaba con sus viejos jean y remera. Nunca fue al trabajo, ese dia... sabía que no iba a cambiar el mundo desde ahí. Subió a un colectivo, pidió uno de ochenta y se sentó contra la ventanilla, a mirar a la calle... como si estuviera buscando algo. Como si cada calle fuera una página del libro del destino. Como si las paredes pudieran relatar su vida y decirle el siguiente paso. Como si nadie alrededor importara.

Bajó al grito de "terminal" y caminó unas buenas cuadras. Si lo hubieran visto, no lo creerían. Nunca alguien fue a un lugar tan decidido y al mismo tiempo tan.... pocas palabras para describirlo.... no estaba perdido, pero era como si no supiera a donde iba... a que lugar iba, porque claramente sá sabáa hacia donde iba. LLegó entonces a la plaza, casi vacía, casi desierta.... como si la gente esperara una tempestad y no se atreviera a salir. Como si ya no hubiera tiempo en la vida para ir a la plaza... y, sim embargo, había en el ultimo de todos los bancos, una muchacha. Él supo encontrarla al instante. Ya la había encontrado la noche anterior, justo cuando apagó la tele y entonces una sonrisa invadió su rostro.... como si la alegría se hubiera encendido en su habitación esa noche. Él sabía que era ella, si bien no la conocía. Se acercó, le pidió un mate, murmuró un par de palabras y juntos caminaron de la mano toda esa tarde.... como si no hubiera horas, ni trabajos, ni obligaciones, ni un mundo mirando.... Como si el amor pudiera, al menos ese día, ser lo unico.

Ese día, él cambió el mundo. Ese día dejó todo lo que podía parecer importante para ir a buscar su verdadero destino; para ir a buscar lo que en verdad importaba. No hizo falta dinero, ni armas, ni inteligencia siquiera.... cambiar el mundo era eternamente más facil. Eternamente más simple. Era sólo decirlo, era conjugar todo aquello que se había pensado la noche anterior en los pocos minutos antes de dormir y después de apagar el televisor. Era tomarla de la mano e invitarla a compartir todo. Era amar y olvidar los miedos, porque tener miedo es no vivir. Tal vez no hubo ninguna revolución, ni tiró ningún muro.... No encontró petroleo ni oro.... pero sabe Dios que cambió el mundo.

jueves, 12 de febrero de 2009

PEN

*Nota: asumo que nadie se va a tomar el trabajo de leerlo; si alguien lo hiciera, cabe aclarar que la mayoría de los datos en esta historia son ficticios. La única verdad es que Córdoba cuenta con grandes colonias de alemanes, y también de enanos. Ninguna de las oraciones del siguiente cuento debieran ser tomadas para otra cosa que la chacota.

A Nano


Los sucesos del corriente año me han afectado profundamente. Puedo decir que mi vida ya no recorre su cauce normal. Desconozco, en realidad, cual es el cauce normal de las cosas. Vivimos de la manera en que la vida nos es presentada. Nacemos en la Tierra y no nos cuestionamos mucho sobre el resto del universo. Nacemos en una ciudad y no estamos muy interiorizados en las costumbres del campo. Nacemos hombres, y sabemos poco sobre cuestiones femeninas. En mi caso, nunca cuestioné mucho nada. Pero desde Julio, vivo inmerso en una paranoia casi norteamericana. Presto atención en las calles por miedo a que vengan a buscarme. Trabo mis puertas y ventanas, especialmente durante la noche, período en el que poco puedo conciliar el sueño.

El PEN (Proyecto de Enanización Nacional) fue comenzado por el científico Utter Von Stritch en el año 1952. Poco después de la guerra, Utter Von Stritch (o Cacho, como lo conocían sus intimos) huyó de la Alemania Nazi para radicarse en las sierras de Córdoba. Allí, junto con un grupo de colegas descubrió los grandes errores en la primera búsqueda de la raza aria. Tras largas jornadas de estudio y noches de vino patero, Von Stritch decidió desarrollar un ser superior, pero cuya superioridad no radicara en su tamaño ni grandes bondades o virtudes corporales, sino en su gran poder mental. Este poder mental no dejaba espacio al desarrollo físico, y por tanto, estos seres debían ser lo suficientemente pequeños para permitir el crecimiento cerebral y al mismo tiempo, pasar desapercibidos (entiéndase que nadie esperaría mucho de ellos, ya que por su horrible constitución, era difícil que alguien no los notara).

El primero de la nueva especie fue Carlos Von Stritch. Por supuesto, tomó su apellido de su creador. De cualquier manera, rápidamente, por cuestiones cuasi burocráticas, paso a llamarse Carlos Sánchez. Stritch veía su sueño realizarse. Sánchez tenía todas las condiciones humanas, había sido creado un adulto de 32 años de edad (aproximadamente) en el cuerpo de un niño de 8 años, cuya cabeza, pulgares y dotes amorosos distaban mucho del tamaño que podían tener en un niño. Lógicamente, el tamaño de la cabeza era el necesario para almacenar tanto poderío cerebral. Los últimos testimonios de la época afirman que el tamaño de los pulgares fue producto de un leve error en la matriz y que el tamaño del sexo de Sánchez solo puede explicarse como una compensación de lo que Von Stritch había recibido en suerte.

Sánchez no tardo en notar que era distinto al resto. De hecho, sus primeras palabras fueron “Soy distinto al resto”, pero se cree que lo dijo porque pensó que tenía tres piernas. Rápidamente notó que su diferencia con el resto radicaba en su altura. Sánchez maldijo a su grupo de creadores y huyó. Quienes estaban en el lugar, en su mayoría, abandonaron el proyecto. “Sánchez prometió vengarse. Dijo que un día iba a encontrar una cura para la aberración que le habíamos hecho y nos iba a hacer enanos a nosotros. Estaba desquiciado. Nunca entendió que lo habíamos creado destinado a ser algo superior”, cuenta uno de los científicos que nos pidió permanecer anónimo, y tampoco quiso explayarse en sus testimonios. Nada más se supo de Sánchez, salvo por sus documentos y partida de “nacimiento”. Lógicamente, se cree que Sánchez ha muerto. Por otra parte, se lo vincula con la muerte de varios colegas de Von Stritch. Tal es el caso de Richard Wemmel, científico también alemán, desaparecido en 1967. Su esposa murió hace tan solo 4 años sin haber intentado buscar a su esposo en todo este tiempo. Sus hijos propinaron unos cuantos golpes a varias de las personas que inquirimos sobre el paradero de su padre.

Volviendo sobre el PEN, Von Stritch prometió continuar. Pasó unas cortas vacaciones en Buenos Aires, donde conoció a Trematino Valanto (un afamado ingeniero italiano de corte fascista) con quien volvió a Córdoba para enseñarle el proyecto. Deleitado, Valanto no dudó en sumarse. Sus ideas extremistas pronto se apoderaron de Von Stritch y el PEN recobró su poderío inicial, pero redujo sus objetivos. Comenzó así el PEC (Proyecto de Enanización de Córdoba). Desarrollaron al menos otras 8 criaturas, de las que poco hemos podido averiguar. Sin embargo, personas cercanas a Valanto resaltan la creación de al menos 3 féminas, lo que permitiría la reproducción de la nueva especie.

El PEC corría por esos años, 1969, su mejor momento. Los dos prestigiosos científicos habían visto con orgullo la formación de una colectividad alemana en su querida Córdoba. Además, las sierras y el clima hacían del lugar, le sede perfecta para la experimentación y la reflexión. Sin embargo, el flujo de vino patero, y el excéntrico comportamiento de Von Stritch amenazaron con tirar todo por tierra. Una calurosa noche de noviembre, conoció a la prometida de Valanto: una hermosa muchacha oriunda de Córdoba Capital. Su tonada cautivó automáticamente a Von Stritch y ella quedó maravillada por la facilidad de palabra del científico. Mantuvieron un amorío secreto durante casi dos años. Él la cortejaba mientras Trematino seguía con el desarrollo del proyecto. Así, Valanto debió ocuparse de ciertos viajes al norte del país que Von Stritch, convenientemente, organizó para él. Las conferencias de Valanto en Jujuy y Salta no solo fueron un fracaso, sino también letales. El ingeniero murió en Salta en septiembre de 1971 luego de un corto padecimiento de mal de Chagas. La culpa carcomió el alma de su prometida, que terminó con el amorío y con su propia vida, metiéndose en la máquina de enanización sin siquiera saber usarla. Este fue uno de los mayores reveces para el proyecto. Von Stritch no contaba con su fiel colega, ni con su infiel futura esposa. Al encontrar el cuerpo inerte de la muchacha, el científico casi cancela el proyecto. Pero en última instancia, esto solo lo fortaleció. Los tristes sucesos le mostraron la urgente necesidad de una raza superior.

Por su parte, las 8 nuevas creaciones (recordemos que 3 eran de sexo femenino) no conocían los tabúes de la sociedad cordobesa de la época. Así, pasaban los días en largas orgías, al igual que las noches. “Le daban a la matraca de sol a sol. Recuerdo que varias veces fui a quejarme a su departamento, más allá de que me daban un poco de miedo. Una vez me gritaron que si a mí no me atendían bien, que no los moleste a ellos, unos maleducados esos enanos. Sobre todo las enanas, se la pasaban diciendo ‘boluda esto, boluda lo otro’. Terrible…”, cuenta una de sus vecinas. Ante las repetidas quejas de los vecinos e incluso un allanamiento municipal, los enanos se mudaron a Nono. En este pequeño pueblo pudieron vivir con mayor tranquilidad. O mejor dicho, pudieron ampliar su descontrol sin ser molestados.


Continuará...

sábado, 7 de febrero de 2009

The Star

*Nota: no estaba del todo seguro sobre postear algo en inglés, me parece un poco sectario y por eso me disculpo ante quien sea que siga leyendo. La verdad es que leí este cuento que escribí hace un tiempo y me di cuenta que es uno de mis preferidos, entonces pensé en colgarlo igual. Nuevamente, disculpas a quien no maneje el idioma. A quien sí lo maneje, le ruego olvide preposiciones, tiempos verbales y demás y trate de ver un poco más alla. Ah, agradecimiento a Monica Marinakis por el título.


Whenever he got lost –and God knows he got lost quite often – he would look at the sky and find his way. He would find his favourite star and get back on track in a matter of seconds. It wasn’t the most shinny star, or the biggest one. It wasn’t even one in those typical constellations you and I would look for, but it was his favourite; and it had always been there to guide him.


However, that night the sky seemed to have run out of stars. And there he was, lost and with no star to tell him where to go. Stupid clouds always tried to confuse him. This time they set to make him run back home and poured over him. He took shelter from the heavy rain under the roof of a bar or a shop, he didn’t even look. Knowing that as soon as the rain ended, his stars would come back again, he waited. After an hour, the rain stopped. Streets were already empty by that time, and soaking wet. His legs and feet were wet as well, no matter how soon he had sheltered. Anyway, he was smiling. He felt a sense of justice in rain. Rain fell on everyone, rich and poor, nice and mean, beautiful and ugly. It was one of the few fair things in life.


Rain over, he looked at the sky and found it. His star was there. He stared at it and it stared back at him. There was something, however. It wasn’t pointing anywhere. It didn’t show the way to go. He panicked. The star felt there was something wrong as well. It started fading. When it was close to off, it fell from the sky. You know how people always see shooting stars and make a wish and find this a nice thing; well, he was in despair. His star was falling. No wishes to be made except that it wouldn’t fall. But it did. He was shaking, and his shaking turned quickly into a strong urge to run towards it. And so he did. He ran looking at the sky, hoping that his star would not vanish. He stopped at a deserted place. The shinning was very little, but he could see it, resting on the floor. He walked to it and kneeled down. It didn’t take long before his star died out. He cried. He cried as babies do; for death may seem as fair as rain, but it is also irreparable. There’s no towel after death.


He sat there, as he had nowhere to go now. He spent that whole night there, and the following day, and the following night, and so on. People sometimes throw him some quarters, if they pass near him. He throws curses back at them. ‘You have nowhere to go either,’ he says sometimes.

lunes, 2 de febrero de 2009

El cirujano no obsesivo

- Le quedan sólo unos días. Lo siento.

Las palabras fueron pocas, pero contundentes; secas, pero las más sinceras que jamás escucharía. El hombre tragó saliva, pero fue como si tragara una piedra - un bloque de hormigón armado. Se levantó, subió a su viejo auto y se marchó.

El camino de regreso fue una suerte de velatorio en vida. Recordó momentos y trató de armarse de coraje. Nunca se había sentido tan solo. De todos modos, sabía que debía buscar la normalidad para disfrutar de los últimos días. Esa noche fue con su familia a un caro restaurante céntrico. No tocaron el tema, aún no estaba listo.

El sábado por la mañana, tal y como habían quedado, volvió a visitar al hombre que había dado la sentencia.

- ¿Cómo anda López? ¿Todavía funciona? Es un milagro – dijo

López lo miró fijo, lo odió. Era probablemente la persona más desalineada que había tratado. El hombre con menos tacto en la faz de la Tierra. Parecía no regirse por los cánones de la sociedad moderna; como si pudiera estar fuera de cualquier pauta de conducta.

- Bueno, hombre, ¡no se enoje! Es que ese auto suyo no sirve ni como chatarra ya. Mire, le ofrezco trescientos pesos por el carburador y las llantas.



*Agradecimiento a Graciela Perez-Esandi, por el título y la idea.