jueves, 16 de julio de 2009

El Corán y el Termotanque

[termina de sonar un cha cha cha en la radio]

- Es música como para bailar un cha cha cha no?
- Si… como para un cha cha cha en un casino en Las Vegas, con una negra
- (sonrisa socarrona)
-Qué? Qué es esa cara?
-Nada nada
-Dale boludo, somos amigos
-Nah, que me hace acordar a la vez que estuve en el Palms de Perù
- Cuando fuiste vos a Peru?
- No te acordás? Te lo conté mil veces… ves que no me das pelota!? Fui al Palms de Perú, por laburo… fue hace mil… calculá que estaba jugando en las maquinitas de 5 centavos de dólar y 5 centavos valían como 1/10 de barril de petróleo en esa época. Ni había presidente negro ni presidente mujer, fue hace tiempo…
- y? que tiene que ver?
- Que estaba en el casino, en la maquinita de 5, de esas de palanca.. y en eso, meto 5, gano, meto otros 5 y saco el bonus o una garompa asi y gané un fangote de monedas. Salían a lo pavote. Entonces se me acerca una mina, una negra con dos martinis. Era una negra culona mal… pero mal en serio.. una cosa desproporcionada. Un vestido rojo fuego apretado, bien pegado al cuerpo… y un culo que prácticamente necesitaba otro vestido. Un eclipse de casino ese culo, no se veía nada mas. Y la negra viene con los dos martinis, con la lengua cacha una aceituna y me dice “Palece que es tu dia de suelte chicu!” y se traga la aceituna, con carozo y todo. Casi me muero ahí mismo. Sabés lo que es eso, no?
-Mirá... la única negra que me comí, era muy de noche y yo estaba muy borracho….
- No, esto fue impresionante… casi muero ahí. Cuestión que me dijo “Palece que es tu dia de suelte!” a lo que yo le digo “Palece que si!” – porque por ese entonces yo también era negro, bien alto… estaba ahí porque habíamos ido al sudamericano de básquet. La negra me da un martini y bue… hablamos un par de boludeces y me dice “podríamos ir a algún lugal mah relahado tu sabe?”. A lo que yo ya estaba saltando en una pata. Parecía un nene que había sacado el tazo importante.. ese con el que ganás la pistola.
-Yo le rompí la pistola del tazo a mi hermano, siempre me lo reprochó…
-Le digo que estoy parando ahí, en el hotel y la negra se viene conmigo. Fue una noche…. Bue, los caballeros no tienen memoria, así que no me acuerdo… pero debe haber sido una noche…

*creditos a varios de mis amigos, sobre todo a Pablo, co-artifices de esta historia

miércoles, 3 de junio de 2009

Three little birds

He awoke suddenly, covered in sweat. For a moment, his bedroom didn’t seem his own. It had happened before though; and he could tell it had happened to many people. What I know is that it has certainly happened to me. I wake up, from a dream or a nightmare, and I don’t know where I am. I try to find the walls or the door (still lying in bed, I mean), or at least try to figure mi position in the bedroom but can’t.

Anyway, the alarm clock had been ringing for about seven minutes – a lifetime. It may seem a short time for some people, but for those on the clock, it is definitely a lifetime. Thomas rushed to the toilet, roughly brushed his teeth and left to work. Of course he didn’t notice he was half naked, he wouldn’t have gone out if he had. Luckily, it was still too early in the morning and there weren’t people in the streets. On the traffic lights in the corner, there stood a bird, a black bird, much like a crow, which alerted him. “You should wear something smarter to work.” Thomas looked upwards. He froze. He rubbed his eyes, like little kids do when they do not believe their eyes. “You know, half naked doesn’t seem the best choice,” the bird said. Thomas thought he was losing it. He ran away, back home of course, to get dressed.


Now, what happened next is what I find striking. You could believe that a bird told him to get dressed. We all know birds are kind animals. But this is somewhat strange. There was another one at his door. A yellow tiny bird grabbed the door knob and opened it for Thomas. The man doubted, but staying in the street in his underpants wasn’t the greatest of things. He walked in, as calmly as he could. “You should hurry, you know? It’s not like they are going to wait forever.” Thomas blinked a couple of times. “Are you…. D Do you…. H How?” he stammered. The bird pulled a face on him – a what-is-this-guy-thinking-of face. “C’mon dude, you’d better run.”

The bird was right. He’d better run. He knew he would get fired if he was late once again. “Never mind, you look a nice guy, I’ll get you a ride,” and saying this, the bird started singing very loud. Before Thomas was ready, there was an eagle at the door. It had great brown and white wings, a yellow curved beak and giant sharp claws. It grabbed Thomas by his coat and took it to work. “B… B… But how is this possible? You don’t even know where I work.” Thomas was flipping out. “Oh, we know. Don’t worry, we sure know,” the bird said. It gained altitude and in a matter of three minutes it went down again, dropping Thomas in front of his office. He straightened his clothes and went right in, trying to make out what had just happened.

domingo, 17 de mayo de 2009



Me disculpo por hacer uso del espacio para publicitar a mi banda, pero rocanroll eneneee!
Desde ya, todos invitados. Pregunten por entradas

lunes, 27 de abril de 2009

No es fácil

No es fácil ser yo. Uno podría llegar a pensar que sí, que mi vida es relativamente simple y divertida.... pero no. Mi vida es un cúmulo de dificultades. He llegado a la conclusión de que debería pagarle a alguien para que me siga y me preste consejos. Una persona que me conozca aunque sea mínimamente y me diga "si", "eso no", "tal vez".... alguien que evite mis errores antes que yo los cometa.

No es fácil ser yo. Hasta la semana pasada incluso, creí tener ciertos problemas resueltos.... creí que ciertas cosas ya no importaban y, sin embargo, su nombre volvió a surgir en las conversaciones.... su figura volvió a aparecer entre sueños.

No es fácil ser yo. No es fácil estar todo el tiempo lo suficientemente consciente de los problemas que me aquejan y sus probables soluciones pero sin poder alcanzarlas. No es fácil estar todo el tiempo lo suficientemente inconsciente para evitar pensar en esos problemas. La vida es dura por donde se la mire: los momentos de gloria son ínfimos y las alegrías eternamente pasajeras. No existen verdades, sólo hay una ceguera vil.

No es fácil convivir con dolores todo el tiempo. No se puede. No se debe.
No es fácil escribir estas trilladas líneas.

En mi diccionario, la palabra furia tiene connotaciones positivas. Digo esto porque sé que no es el caso de todos los diccionarios. Yo uso el adjetivo "furioso" para referirme, por ejemplo, a un día que fue muy bueno y en el que pasaron muchas cosas. En fin, anoche fue lo opuesto. Todavía no encontré la palabra exacta, por lo que me referiré a la noche de ayer como "anti-furiosa" o "desfuriosa" (puede usted utilizar el prefijo negativo que prefiera). Anoche no pasó nada... estuve simplemente de muy mal humor y, entonces escribí sobre lo dura que era mi vida (tal vez lo recuerden), sabiendo que el momento era pasajero y, al mismo tiempo, que la escritura lo alivianaría.

Hoy, con más calma, extendí mi análisis (el de mi situación) a mi generación.
No es fácil ser de mi generación. Aunque nadie quiera hacerse cargo, pareciera pesar el mote de "X" que alguien supo darnos. Desconozco el porqué de "generación X", pero asumo que se refiere a dos cuestiones: la tecnología y la apatía.

No es fácil ser de mi generación. Nos tocó tirar los slips cuando teníamos unos 15 años para reemplazarlos por los bóxers. Apenas si pudimos escribir cuatro o cinco cartas y nos apareció el correo electrónico. Nadie completó la colección de muñequitos Jack, pero todos tenemos los Kinder Sorpresa. Los cepillos de dientes de mi generación cambiaron por algo que se parece más a una nave espacial que otra cosa. Hace tiempo que el teléfono no suena en casa, porque ahora tenemos msn y celulares. No usamos mas chinelas, quien lo haría teniendo ojotas?

Mi generación no cree en nada. Como primera medida, si usted es un desconocido, un adolescente lo mirará de costado. No habrá nada que reprocharle, así fuimos educados. Crecimos para descreer. Nuestros padres cargan con nosotros como cruces y nunca nadie trató de entendernos. No recuerdo ya cuantos personajes fueron presidentes de mi país, pero si se que todos me mintieron.

No es fácil ser de mi generación, que lleva a cuestas el miedo de sus padres y abuelos: el miedo de saber cómo termino todo la última vez que alguien quiso mejorar las cosas.
No es fácil ser de mi generación, tan contrariada que ya no cree que alguien una vez soñó con el poder de las flores. No es lindo prender la tele y que ya no esté Tato.

Perdió muchas cosas mi generación. Bueno, perdimos y también nos quitaron. Sí, nos quitaron mucho. La "X" tal vez sea que no saben cómo definirnos. Es lógico, cómo se le explica a un chico que esa música extraña y esos peinados raros que hoy son remera, un día fueron una rebelión?

Si quieren ponerme una "X" a mí no me importa. Seré en ese sentido uno más de mi generación, un apático y, sin embargo, yo siento que todavía me quedan muchas cosas.

Yo todavía busco a la chica más linda del colectivo. Todavía tengo un paquete de velas en el último cajón. Sigo guardando mi plata en una cajita. Ayer aposté una cerveza en un picado entre amigos. Abriendo mi placar hay una boina de mi abuelo. Todavía prendo la tele para ver a Alf. Cata tanto me agarro los cachetes como "mi pobre angelito". Hace unos días compré tres paragüitas y los comí con amigos mirando a Boca. A mí me quedan montones de cosas. Cuando camino por la calle, siempre están ahí las fotos de Luca y el Che.

Dígannos "generación X" y sáquennos todo lo que puedan. Pero un día nos vamos a levantar a la mañana y si llega a coincidir que no hay luz (y entonces no podemos prender las computadoras) y se nos acaba la yerba pa'l mate; ahí tengan cuidado. Porque a los Beatles no nos los van a sacar nunca, y ese día vamos a agarrar unas cuantas guitarras y vamos a salir a la calle a cambiar el mundo. Sí, les juro que un día va a pasar. Se van a enterar que no éramos tan apáticos, que no le teníamos miedo a un par de loquitos fascistas, que quedamos algunos que creemos en el poder de las flores, que estamos cansados de que nos mientan, que nos encantaba ver como el almacenero sacaba las galletitas de la lata. Quédense tranquilos. Un día se van a alinear un par de estrellas y la vamos a romper. Nos falta elegir la canción nomás, pero siendo los Beatles, seguro que no va a haber problema.

sábado, 11 de abril de 2009

Dancin' days (Las lamentaciones de Jeremías)

Soñaba con ella todas las noches. El sueño podía ser distinto, pero siempre aparecía ella. A veces iba por la calle, caminando. Otras, lo amaba. Y unas tantas le repetía que todo había terminado, que ya no tenía sentido. Él despertaba, en cada una de las ocasiones, como si le hubieran robado una parte del alma, con un vacío en el pecho. Entonces, con el pasar de los días, ella dejaba de ser quien había sido, para convertirse en quien ahora sólo aparecía en sueños. Una mujer que ya no formaba parte de la vida real, que no tenía características humanas. Sólo podía ser soñada y era, así, inalcanzable.


Ella esperaba sentada, en la plaza del barrio. Siempre llegaba antes que él. No porque él llegara tarde, sino que ella prefería llegar antes. Sentía una sensación de control sobre las situaciones. No era sólo una sensación: se sabía en control. Él dejaba todo atrás y la buscaba entre los niños que jugaban a la pelota, las mujeres que tomaban sol, y los viejos que se distraían con el ajedrez. Él la buscaba, al menos tres días a la semana en la plaza del barrio, donde ella esperaba con una sonrisa hasta que sus ojos se cruzaban y él se acercaba rápidamente a abrazarla.


Otra noche, y otro despertar tormentoso. Otro sueño. Ella lo besaba y le decía que ese sería el último beso: sus vidas habían tomado caminos separados y lo mejor que podían hacer era seguir adelante. Además, ya habían dado todo lo posible, para qué seguir lastimándose. Él asentía tímidamente, sabiendo que sólo podía bajar la cabeza. La decisión ya estaba tomada y él no era quien para oponerse. En ese segundo en que los sueños nos dejan saber que son sueños, hizo fuerza por despertar, hasta lograrlo. No pudo, esta vez, contener el llanto. Las lágrimas inundaron su vida. Sabía que ya no lo abandonarían.


Otro miércoles de plaza. Ambos se encontraban en otro banco, cerca de un bebedero. Otra vez, los chicos y la pelota. Algunos pájaros cantando el final de la tarde. Una breve caminata y un café. La charla banal, los besos y los abrazos del caso. Plenitud, así podría describirse lo que él sentía. Ella no tenía porque pensar en otra cosa que la noche por venir y el próximo día. El resto era historia.


Esta vez lo despertó el sonido del teléfono. Era increíble cómo, día tras día, cualquier llamada inesperada le traía esperanzas. Corrió, pensando en ella y aterrizó agradeciendo, pero negándose a inscribirse para una cobertura médica. Quiso reír, pero no pudo. Ni siquiera le quedaban esas muecas. Su vida había alcanzado un tono monocorde, del que creía que no saldría.


Cuando la vio sentada en el banco de la plaza ese viernes, todo cambió. Si bien era su barrio, por primera vez en meses caminaba sin pensar en encontrarla. Se ocultó detrás de un árbol. Espero por unos minutos preguntándose qué pasaría. Su mundo se hizo pedazos cuando lo vio llegar. Pero todo cambió. Hay quienes dicen que después de tocar fondo, sólo queda subir. Esta idea tomó un extraño significado en su mente. Su tristeza comenzó a convertirse en odio, en rencor. Y esta vez sí pudo dibujar una mueca en su rostro.

Como todos los domingos, ella llegó diez minutos antes de lo previsto. Buscó un banco alejado de los chicos, pero cerca de una arboleda. Disfrutaba de sentirse bajo un techo protector de ramas y hojas. Pasó el tiempo, y él nunca llegó. Ella esperó, en vano, viendo a los chicos correr de un lado a otro, a los pájaros huir cuando la pelota les pasaba cerca, a los viejos terminar sus partidas y guardar una a una las piezas. Eventualmente, se levantó y se fue. Caminó rápidamente hasta su casa. En dos meses, los días de plaza nunca habían sufrido alteración alguna. Él nunca llegaba tarde – siempre después que ella, pero nunca tarde. Las malas noticias llegaron por teléfono. Hacía dos días que su familia no sabía nada de él.


Ya no la soñaba. No porque los malos días hubieran terminado. No porque el duelo ya estuviera hecho. Simplemente, ya no dormía. En el sótano de su casa, él también esperaba sentado, con un arma en la mano.

“Es mía”, le dijo y le pegó un tiro en la cabeza.

domingo, 5 de abril de 2009

Juan Domingo y el mar

A mediados de su primer presidencia, allá por el año 1949, el General Juan Domingo Perón tomó una decisión acertada – tal vez la única o tal vez una de tantas. Lo importante es que fue esta una de las pocas que no recibió cuestionamiento alguno.
Es sabido que el General realizó parte de su entrenamiento militar en la Italia de Mussolini (de allí algunas de sus políticas de corte nacionalista). Lo que no todos saben es que en Italia donde Perón entendió lo que un país necesitaba para ser desarrollado.


El 23 de octubre, como cierre de la celebración de la semana de la lealtad, nuestro presidente firmó el decreto por el cual importaba parte del Océano Atlántico y lo convertía en Mar Argentino.
Los más ancianos y memoriosos recordarán la fisonomía de nuestro país antes de este grandioso día: un país sin costas, sin playas, sin mar; un país que carecía de desarrollo turístico, de puerto, de exportaciones. Lógicamente, la operación fue un éxito y el general la anunció triunfalmente desde su célebre balcón.


De cualquier modo, se decidió que no se volvería a tocar el tema: la gente actuaría como si nada especial hubiera sucedido el domingo 23 de octubre de 1949. Los libros de historia serían modificados para afirmar que Argentina contaba con una salida al mar desde la separación de la Pangea. Todas estas cuestiones figuraban en el segundo inciso del decreto, bajo pena de muerte para que aquellos que hablaran – nadie fue ejecutado, debido a la gran popularidad de la idea.


Es que, seamos sinceros, ¿quién podría oponerse a tener un mar – una vasta masa uniforme de agua que todo lo puede? El mar avanza y no se detiene. Retrocede sólo cuando así lo desea. Tapa aquello que le desagrada, borra lo que no quiere ver. Ni siquiera las grandes rocas y montañas pueden hacerle frente. El mar iguala: nos moja y cubre a todos. Nos impregna con su sal, nos llena de alegrías o escucha nuestros llantos.


El 23 de octubre, Perón quiso que todos fuéramos iguales. La historia no se lo permitió, sabe Dios, pero lo ha intentado.

martes, 31 de marzo de 2009

Montón de nada

Estaba sentado en su sillón, mientras miraba por la ventana. No estaba cómodo – la comodidad era un lujo del que había prescindido hacía años. El sillón se había gastado con el tiempo, pero es factible que no fuera agradable ni siquiera en sus comienzos.
La ventana mostraba una porción de cielo sin estrellas, aunque en tal oscuridad era difícil establecer que hubiera nubes.

¿Y si eso era todo lo que había?

Disconformidad y penumbras.

¿Y si eso era todo? ¿Qué se puede hacer cuando las cartas están echadas y la suerte no ha sido gentil? Entonces, se levantó del sillón y dio vueltas en torno a su escritorio. El viejo escritorio de madera inglesa tallada era su objeto más preciado. Todos los días se tomaba al menos un minuto para recorrerlo con las yemas de los dedos.

Era, ese pequeño placer, el que parecía mantenerlo vivo. Era como si cada vez que se acercaba a su escritorio tomara la bocanada de aire que le alcanzaría para el resto del día.

Sin embargo, esta vez, en su recorrido, su índice se topo con una hendidura. Sus ojos giraron veloces para ver una marca, un pequeño agujero que irrumpía en su único espacio de armonía.

Maldijo interiormente. Buscó responsables, si bien estaba seguro de que su descuidada criada era la culpable. Miró nuevamente por la ventana… Oscuridad. Se volcó nuevamente en el sillón… Incomodidad.

Entonces, se levantó otra vez y abandonó la habitación.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Domingo: Invasión extraterrestre

Los domingos son días trágicos. En el mejor de los casos, despertamos a media tarde, y acortamos la agonía. Lamentablemente, no todo es tan fácil. Cuando el avance de las comunicaciones se pone insistente a las 11 de la mañana, no quedan muchas opciones. Hay que levantarse y atender. En el momento en que colgamos, comenzamos a maldecir la ausencia de propios y ajenos. Frases cómo "a donde mierda habrán ido los viejos?" o "por qué carajo no tenemos un contestador?" son recurrentes. (Me disculpo por la ausencia de signos de pregunta al abrir las mismas, no soy un vende patria, es que no encuentro el signo).


Los problemas que se presentan los domingos por la mañana son los peores. La primera dificultad es levantarse. Dolor de cabeza, mareos, acidez (siempre y cuando te despiertes en tu casa y no en Laferrere). Pero lo peor de todo es enfrentarse con uno mismo. El reflejo en el espejo muestra que uno es lo suficientemente grande como para salir a trabajar y la billetera vacía muestra que uno la pasó bien. Una terrible encrucijada, que ni siquiera puede ser opacada por la televisión, porque a nadie le importa Vale la pena, o feliz domingo (feliz domingo tal vez si).


Por eso las estadísticas hablan de un mayor número de suicidios los domingos. Pero, si dios descansó el domingo, es lógico que no haya nada para hacer. De cualquier manera, eventualmente volverá a ser viernes.

viernes, 13 de marzo de 2009

Sin título

El colectivo estaba atestado de gente. La tarde, húmeda. Cada cual atendía a su juego, y él dejaba pasar una tras otra las canciones en su cajita musical moderna. No lo pensó mientras se dirigía a su destino, pero ese mismo día, esa tarde, a esa hora, a una casa en el barrio de caballito la estaban cambiando. No le estaban pintando las paredes, ni construyendo un nuevo cuarto, ni cambiando los muebles. Esa tarde, una casa de una calle en el barrio de caballito se quedó sin una parte de su alma.


Bajó del colectivo y caminó algunas cuadras hasta que finalmente dio con quienes le dijeron que ya nada se podía hacer. La vida siguió, como también siguió la gente en el colectivo. Como siguieron el resto de las casas en caballito, sin prestar atención a su vecina, a la que ahora le faltaba un pedazo de alma.


*Me disculpo si este breve texto resulta incomprensible. A veces las cosas son difíciles de explicar. La vida decide pasar muy a pesar nuestro. Este escrito también está dedicado; hay mucha gente que te extraña.

viernes, 6 de marzo de 2009

High hopes

It was the third time that day. Everyone I knew had said you shouldn’t go past the second one. Punks... They weren’t strong enough; they didn’t feel the rush as I did. I surely did. I felt it rise through my arm and go straight to my brain. It was like a car race. And then my head started burning. I felt I could fly, I could walk on walls, I could do anything I felt like. God knows I loved feeling like this.


I was telling you: the third time that day, with the greatest stuff ever. Something I got from one of the guys in the corner. They had hooked me up with some in the past, but this was said to be on a whole different dimension. And it definitely was. The first doze took care of the room. The bed flew through the window, shattering the glass. This made a little cut near my elbow, which I found even more exciting. Of course, it led to some more self-induced cuts. I ripped the blinds out as well. My roommate came to check on me. Funny – he was so wasted that he just laughed at the scene. I introduced him to some pieces of glass left from the window and also lent him my tourniquet. We got the second doze together. This time it was much more relaxed. We got quite paranoid anyway, probably because of all the blood that stained the room and our clothes.


Two hours went by, three as much - who is there to tell me wrong anyway? I was ready for another go. My roommate was lying on the floor, looking at the ceiling. He tried to give me a face, but I paid no attention. Paranoia had ended and I needed something new. From there on, things get blurry. For instance, who called the paramedics? Who took me to hospital? I haven’t got a clue. When I awoke, I was lying in a hospital bed with medical staff peering down at me. I felt exhausted but relieved, and all I really remember was one of the doctors saying “You’re lucky to be alive.” I sure was. I went pass the third one, a whole new world opened up for me.

martes, 24 de febrero de 2009

La última ronda

Los cuatro se sentaron en el piso, con las piernas cruzadas una por encima de la otra y se miraron fijamente. Compartieron la seriedad de sus rostros. No mediaron palabras por un largo rato. No hacían falta palabras: no son necesarias cuando ya todo está dicho. La vida los había alcanzado y no quedaba más que seguir adelante. Por unos instantes se aislaron de todos los ruidos de su alrededor, sonrieron, lloraron, pero no hablaron. La campana los trajo nuevamente al mundo real. Formaron la fila habitual y partieron a sus casas. Habían terminado el séptimo grado.


*dedicado a Franz Kafka (porque no soy para nada pretencioso, ja)

jueves, 19 de febrero de 2009

Sobre el hombre que sí cambió el mundo

Esa mañana, desde que se levantó sabía que no iba a ser un día cualquiera. Tenía todo listo - todo planeado. En realidad, no tenía nada. Pero lo veía claro... veía todo claro. Como si de repente el mago hubiera corrido una cortina y le revelara la fuente de sus trucos, sus secretos. Como si hubiera encontrado la página del manual de instrucciones de la vida que está en castellano. Sí. No tendría todo planeado, pero tenía todo claro... y entonces poco importaba el resto.

Tenía todo tan claro que cuando se acostó la noche anterior, ya no tuvo miedo a la soledad de apagar el televisor. Lo apagó convencido. No cerró los ojos escapando de nada. No. Los dejó bien abiertos, casi como si estuviera tratando de ver la sonrisa que se dibujaba en su rostro. Como si quisiera absorber la adrenalina que corria por su cuerpo y ya innundaba su dormitorio. Como si miles de angeles lo hubieran venido a buscar y el no quisiera perder detalle. Así fue la noche anterior y por consiguiente, su despertar fue.... pocas palabras para describirlo.... fue relampagueante. Despertó con la fuerza de mil hombres, con la mente más agil que nunca, con el entrecejo sin fruncir (como otras veces), con la sonrisa todavía ahí. Y con los ojos abiertos como hacía años que no estaban.... como si quisieran hablar y decirle a quien los mirara "aca estamos, y de acá no nos movemos".

Ese día se levantó sabiendo que iba a cambiar el mundo. No necesitaba su mejor traje para hacerlo, no necesitaba zapatos, ni una corbata. Entonces, todas esas máscaras quedaron hoy en su casa. Se dijo que si quería cambiar el mundo necesitaría ser él mismo y sabía que él no era de los que usan traje, ni zapatos ni corbatas. Alcanzaba con sus viejos jean y remera. Nunca fue al trabajo, ese dia... sabía que no iba a cambiar el mundo desde ahí. Subió a un colectivo, pidió uno de ochenta y se sentó contra la ventanilla, a mirar a la calle... como si estuviera buscando algo. Como si cada calle fuera una página del libro del destino. Como si las paredes pudieran relatar su vida y decirle el siguiente paso. Como si nadie alrededor importara.

Bajó al grito de "terminal" y caminó unas buenas cuadras. Si lo hubieran visto, no lo creerían. Nunca alguien fue a un lugar tan decidido y al mismo tiempo tan.... pocas palabras para describirlo.... no estaba perdido, pero era como si no supiera a donde iba... a que lugar iba, porque claramente sá sabáa hacia donde iba. LLegó entonces a la plaza, casi vacía, casi desierta.... como si la gente esperara una tempestad y no se atreviera a salir. Como si ya no hubiera tiempo en la vida para ir a la plaza... y, sim embargo, había en el ultimo de todos los bancos, una muchacha. Él supo encontrarla al instante. Ya la había encontrado la noche anterior, justo cuando apagó la tele y entonces una sonrisa invadió su rostro.... como si la alegría se hubiera encendido en su habitación esa noche. Él sabía que era ella, si bien no la conocía. Se acercó, le pidió un mate, murmuró un par de palabras y juntos caminaron de la mano toda esa tarde.... como si no hubiera horas, ni trabajos, ni obligaciones, ni un mundo mirando.... Como si el amor pudiera, al menos ese día, ser lo unico.

Ese día, él cambió el mundo. Ese día dejó todo lo que podía parecer importante para ir a buscar su verdadero destino; para ir a buscar lo que en verdad importaba. No hizo falta dinero, ni armas, ni inteligencia siquiera.... cambiar el mundo era eternamente más facil. Eternamente más simple. Era sólo decirlo, era conjugar todo aquello que se había pensado la noche anterior en los pocos minutos antes de dormir y después de apagar el televisor. Era tomarla de la mano e invitarla a compartir todo. Era amar y olvidar los miedos, porque tener miedo es no vivir. Tal vez no hubo ninguna revolución, ni tiró ningún muro.... No encontró petroleo ni oro.... pero sabe Dios que cambió el mundo.

jueves, 12 de febrero de 2009

PEN

*Nota: asumo que nadie se va a tomar el trabajo de leerlo; si alguien lo hiciera, cabe aclarar que la mayoría de los datos en esta historia son ficticios. La única verdad es que Córdoba cuenta con grandes colonias de alemanes, y también de enanos. Ninguna de las oraciones del siguiente cuento debieran ser tomadas para otra cosa que la chacota.

A Nano


Los sucesos del corriente año me han afectado profundamente. Puedo decir que mi vida ya no recorre su cauce normal. Desconozco, en realidad, cual es el cauce normal de las cosas. Vivimos de la manera en que la vida nos es presentada. Nacemos en la Tierra y no nos cuestionamos mucho sobre el resto del universo. Nacemos en una ciudad y no estamos muy interiorizados en las costumbres del campo. Nacemos hombres, y sabemos poco sobre cuestiones femeninas. En mi caso, nunca cuestioné mucho nada. Pero desde Julio, vivo inmerso en una paranoia casi norteamericana. Presto atención en las calles por miedo a que vengan a buscarme. Trabo mis puertas y ventanas, especialmente durante la noche, período en el que poco puedo conciliar el sueño.

El PEN (Proyecto de Enanización Nacional) fue comenzado por el científico Utter Von Stritch en el año 1952. Poco después de la guerra, Utter Von Stritch (o Cacho, como lo conocían sus intimos) huyó de la Alemania Nazi para radicarse en las sierras de Córdoba. Allí, junto con un grupo de colegas descubrió los grandes errores en la primera búsqueda de la raza aria. Tras largas jornadas de estudio y noches de vino patero, Von Stritch decidió desarrollar un ser superior, pero cuya superioridad no radicara en su tamaño ni grandes bondades o virtudes corporales, sino en su gran poder mental. Este poder mental no dejaba espacio al desarrollo físico, y por tanto, estos seres debían ser lo suficientemente pequeños para permitir el crecimiento cerebral y al mismo tiempo, pasar desapercibidos (entiéndase que nadie esperaría mucho de ellos, ya que por su horrible constitución, era difícil que alguien no los notara).

El primero de la nueva especie fue Carlos Von Stritch. Por supuesto, tomó su apellido de su creador. De cualquier manera, rápidamente, por cuestiones cuasi burocráticas, paso a llamarse Carlos Sánchez. Stritch veía su sueño realizarse. Sánchez tenía todas las condiciones humanas, había sido creado un adulto de 32 años de edad (aproximadamente) en el cuerpo de un niño de 8 años, cuya cabeza, pulgares y dotes amorosos distaban mucho del tamaño que podían tener en un niño. Lógicamente, el tamaño de la cabeza era el necesario para almacenar tanto poderío cerebral. Los últimos testimonios de la época afirman que el tamaño de los pulgares fue producto de un leve error en la matriz y que el tamaño del sexo de Sánchez solo puede explicarse como una compensación de lo que Von Stritch había recibido en suerte.

Sánchez no tardo en notar que era distinto al resto. De hecho, sus primeras palabras fueron “Soy distinto al resto”, pero se cree que lo dijo porque pensó que tenía tres piernas. Rápidamente notó que su diferencia con el resto radicaba en su altura. Sánchez maldijo a su grupo de creadores y huyó. Quienes estaban en el lugar, en su mayoría, abandonaron el proyecto. “Sánchez prometió vengarse. Dijo que un día iba a encontrar una cura para la aberración que le habíamos hecho y nos iba a hacer enanos a nosotros. Estaba desquiciado. Nunca entendió que lo habíamos creado destinado a ser algo superior”, cuenta uno de los científicos que nos pidió permanecer anónimo, y tampoco quiso explayarse en sus testimonios. Nada más se supo de Sánchez, salvo por sus documentos y partida de “nacimiento”. Lógicamente, se cree que Sánchez ha muerto. Por otra parte, se lo vincula con la muerte de varios colegas de Von Stritch. Tal es el caso de Richard Wemmel, científico también alemán, desaparecido en 1967. Su esposa murió hace tan solo 4 años sin haber intentado buscar a su esposo en todo este tiempo. Sus hijos propinaron unos cuantos golpes a varias de las personas que inquirimos sobre el paradero de su padre.

Volviendo sobre el PEN, Von Stritch prometió continuar. Pasó unas cortas vacaciones en Buenos Aires, donde conoció a Trematino Valanto (un afamado ingeniero italiano de corte fascista) con quien volvió a Córdoba para enseñarle el proyecto. Deleitado, Valanto no dudó en sumarse. Sus ideas extremistas pronto se apoderaron de Von Stritch y el PEN recobró su poderío inicial, pero redujo sus objetivos. Comenzó así el PEC (Proyecto de Enanización de Córdoba). Desarrollaron al menos otras 8 criaturas, de las que poco hemos podido averiguar. Sin embargo, personas cercanas a Valanto resaltan la creación de al menos 3 féminas, lo que permitiría la reproducción de la nueva especie.

El PEC corría por esos años, 1969, su mejor momento. Los dos prestigiosos científicos habían visto con orgullo la formación de una colectividad alemana en su querida Córdoba. Además, las sierras y el clima hacían del lugar, le sede perfecta para la experimentación y la reflexión. Sin embargo, el flujo de vino patero, y el excéntrico comportamiento de Von Stritch amenazaron con tirar todo por tierra. Una calurosa noche de noviembre, conoció a la prometida de Valanto: una hermosa muchacha oriunda de Córdoba Capital. Su tonada cautivó automáticamente a Von Stritch y ella quedó maravillada por la facilidad de palabra del científico. Mantuvieron un amorío secreto durante casi dos años. Él la cortejaba mientras Trematino seguía con el desarrollo del proyecto. Así, Valanto debió ocuparse de ciertos viajes al norte del país que Von Stritch, convenientemente, organizó para él. Las conferencias de Valanto en Jujuy y Salta no solo fueron un fracaso, sino también letales. El ingeniero murió en Salta en septiembre de 1971 luego de un corto padecimiento de mal de Chagas. La culpa carcomió el alma de su prometida, que terminó con el amorío y con su propia vida, metiéndose en la máquina de enanización sin siquiera saber usarla. Este fue uno de los mayores reveces para el proyecto. Von Stritch no contaba con su fiel colega, ni con su infiel futura esposa. Al encontrar el cuerpo inerte de la muchacha, el científico casi cancela el proyecto. Pero en última instancia, esto solo lo fortaleció. Los tristes sucesos le mostraron la urgente necesidad de una raza superior.

Por su parte, las 8 nuevas creaciones (recordemos que 3 eran de sexo femenino) no conocían los tabúes de la sociedad cordobesa de la época. Así, pasaban los días en largas orgías, al igual que las noches. “Le daban a la matraca de sol a sol. Recuerdo que varias veces fui a quejarme a su departamento, más allá de que me daban un poco de miedo. Una vez me gritaron que si a mí no me atendían bien, que no los moleste a ellos, unos maleducados esos enanos. Sobre todo las enanas, se la pasaban diciendo ‘boluda esto, boluda lo otro’. Terrible…”, cuenta una de sus vecinas. Ante las repetidas quejas de los vecinos e incluso un allanamiento municipal, los enanos se mudaron a Nono. En este pequeño pueblo pudieron vivir con mayor tranquilidad. O mejor dicho, pudieron ampliar su descontrol sin ser molestados.


Continuará...

sábado, 7 de febrero de 2009

The Star

*Nota: no estaba del todo seguro sobre postear algo en inglés, me parece un poco sectario y por eso me disculpo ante quien sea que siga leyendo. La verdad es que leí este cuento que escribí hace un tiempo y me di cuenta que es uno de mis preferidos, entonces pensé en colgarlo igual. Nuevamente, disculpas a quien no maneje el idioma. A quien sí lo maneje, le ruego olvide preposiciones, tiempos verbales y demás y trate de ver un poco más alla. Ah, agradecimiento a Monica Marinakis por el título.


Whenever he got lost –and God knows he got lost quite often – he would look at the sky and find his way. He would find his favourite star and get back on track in a matter of seconds. It wasn’t the most shinny star, or the biggest one. It wasn’t even one in those typical constellations you and I would look for, but it was his favourite; and it had always been there to guide him.


However, that night the sky seemed to have run out of stars. And there he was, lost and with no star to tell him where to go. Stupid clouds always tried to confuse him. This time they set to make him run back home and poured over him. He took shelter from the heavy rain under the roof of a bar or a shop, he didn’t even look. Knowing that as soon as the rain ended, his stars would come back again, he waited. After an hour, the rain stopped. Streets were already empty by that time, and soaking wet. His legs and feet were wet as well, no matter how soon he had sheltered. Anyway, he was smiling. He felt a sense of justice in rain. Rain fell on everyone, rich and poor, nice and mean, beautiful and ugly. It was one of the few fair things in life.


Rain over, he looked at the sky and found it. His star was there. He stared at it and it stared back at him. There was something, however. It wasn’t pointing anywhere. It didn’t show the way to go. He panicked. The star felt there was something wrong as well. It started fading. When it was close to off, it fell from the sky. You know how people always see shooting stars and make a wish and find this a nice thing; well, he was in despair. His star was falling. No wishes to be made except that it wouldn’t fall. But it did. He was shaking, and his shaking turned quickly into a strong urge to run towards it. And so he did. He ran looking at the sky, hoping that his star would not vanish. He stopped at a deserted place. The shinning was very little, but he could see it, resting on the floor. He walked to it and kneeled down. It didn’t take long before his star died out. He cried. He cried as babies do; for death may seem as fair as rain, but it is also irreparable. There’s no towel after death.


He sat there, as he had nowhere to go now. He spent that whole night there, and the following day, and the following night, and so on. People sometimes throw him some quarters, if they pass near him. He throws curses back at them. ‘You have nowhere to go either,’ he says sometimes.

lunes, 2 de febrero de 2009

El cirujano no obsesivo

- Le quedan sólo unos días. Lo siento.

Las palabras fueron pocas, pero contundentes; secas, pero las más sinceras que jamás escucharía. El hombre tragó saliva, pero fue como si tragara una piedra - un bloque de hormigón armado. Se levantó, subió a su viejo auto y se marchó.

El camino de regreso fue una suerte de velatorio en vida. Recordó momentos y trató de armarse de coraje. Nunca se había sentido tan solo. De todos modos, sabía que debía buscar la normalidad para disfrutar de los últimos días. Esa noche fue con su familia a un caro restaurante céntrico. No tocaron el tema, aún no estaba listo.

El sábado por la mañana, tal y como habían quedado, volvió a visitar al hombre que había dado la sentencia.

- ¿Cómo anda López? ¿Todavía funciona? Es un milagro – dijo

López lo miró fijo, lo odió. Era probablemente la persona más desalineada que había tratado. El hombre con menos tacto en la faz de la Tierra. Parecía no regirse por los cánones de la sociedad moderna; como si pudiera estar fuera de cualquier pauta de conducta.

- Bueno, hombre, ¡no se enoje! Es que ese auto suyo no sirve ni como chatarra ya. Mire, le ofrezco trescientos pesos por el carburador y las llantas.



*Agradecimiento a Graciela Perez-Esandi, por el título y la idea.

viernes, 9 de enero de 2009

Hombre en llamas

Hacía ya tres meses que no salía de su casa. Quienes más lo conocían buscaban maneras de acercarse, o de que él se acerque, pero la verdad es que desde el accidente nadie lo había visto – más allá de esa noche en el hospital.


Lo que había pasado era de público conocimiento, pero él no se atrevía a abandonar su casa: a dejar la muralla que tan útil le había sido para alejarse del peligro, de todos los peligros que lo rodeaban.


Tomás Egras no había vuelto al trabajo al finalizar su licencia por enfermedad. No había vuelto a visitar a su novia. No había vuelto a hablar con sus padres. Lo único que hacía era pasar los días y las noches en su habitación.


Se ocupaba, casi exclusivamente, de un enorme rompecabezas que estaba desplegado en su piso de madera. Las piezas, de escaso tamaño, tenían una textura perfecta. Resbalaban entre sus dedos, se deslizaban, casi como extensiones de su cuerpo. Tomás sentía en ese rompecabezas su único alivio. Tal vez era la única manera de olvidar las quemaduras que cubrían la mayor parte de su cuerpo. Un gigantesco laberinto cubría la parte central de la imagen. Algunas plantas se ocupaban del resto, de las afueras, si bien el laberinto no tenía salida, solo una entrada. O quizás, solo una salida.


Era interesante para Tomás considerar esta posibilidad. Se veía en un laberinto que tenía una salida. Nunca alguien hubiera entrado ahí, sino que tal vez habría sido depositado, por obra de otra persona, o de algo más. Había logrado encastrar los alrededores del laberinto y sus gruesas paredes externas, pero no encontraba la manera de desentrañar su interior. No podía. Al menos, ya sabía que el laberinto tenía solo una salida.


Fue a la cocina, sirvió un vaso de agua que trajo nuevamente al dormitorio. Se dirigió luego al baño y nuevamente a la habitación.


El forense no pudo determinar cuántas píldoras había ingerido. Fue difícil incluso establecer la fecha de su muerte, ya que nadie lo había visto en un tiempo. La policía no tuvo dudas: un suicidio.


La casa de Tomás Egras está ahora vacía. Sus padres han decidido venderla. Las pertenencias de Tomás fueron donadas a una iglesia cercana. Casi todas. Salvo por una caja que ardió por algunos minutos en el hogar de la familia. Una caja con un rompecabezas, con un intrincado laberinto – uno con una sola salida.