Estaba sentado en su sillón, mientras miraba por la ventana. No estaba cómodo – la comodidad era un lujo del que había prescindido hacía años. El sillón se había gastado con el tiempo, pero es factible que no fuera agradable ni siquiera en sus comienzos.
La ventana mostraba una porción de cielo sin estrellas, aunque en tal oscuridad era difícil establecer que hubiera nubes.
¿Y si eso era todo lo que había?
Disconformidad y penumbras.
¿Y si eso era todo? ¿Qué se puede hacer cuando las cartas están echadas y la suerte no ha sido gentil? Entonces, se levantó del sillón y dio vueltas en torno a su escritorio. El viejo escritorio de madera inglesa tallada era su objeto más preciado. Todos los días se tomaba al menos un minuto para recorrerlo con las yemas de los dedos.
Era, ese pequeño placer, el que parecía mantenerlo vivo. Era como si cada vez que se acercaba a su escritorio tomara la bocanada de aire que le alcanzaría para el resto del día.
Sin embargo, esta vez, en su recorrido, su índice se topo con una hendidura. Sus ojos giraron veloces para ver una marca, un pequeño agujero que irrumpía en su único espacio de armonía.
Maldijo interiormente. Buscó responsables, si bien estaba seguro de que su descuidada criada era la culpable. Miró nuevamente por la ventana… Oscuridad. Se volcó nuevamente en el sillón… Incomodidad.
Entonces, se levantó otra vez y abandonó la habitación.
La ventana mostraba una porción de cielo sin estrellas, aunque en tal oscuridad era difícil establecer que hubiera nubes.
¿Y si eso era todo lo que había?
Disconformidad y penumbras.
¿Y si eso era todo? ¿Qué se puede hacer cuando las cartas están echadas y la suerte no ha sido gentil? Entonces, se levantó del sillón y dio vueltas en torno a su escritorio. El viejo escritorio de madera inglesa tallada era su objeto más preciado. Todos los días se tomaba al menos un minuto para recorrerlo con las yemas de los dedos.
Era, ese pequeño placer, el que parecía mantenerlo vivo. Era como si cada vez que se acercaba a su escritorio tomara la bocanada de aire que le alcanzaría para el resto del día.
Sin embargo, esta vez, en su recorrido, su índice se topo con una hendidura. Sus ojos giraron veloces para ver una marca, un pequeño agujero que irrumpía en su único espacio de armonía.
Maldijo interiormente. Buscó responsables, si bien estaba seguro de que su descuidada criada era la culpable. Miró nuevamente por la ventana… Oscuridad. Se volcó nuevamente en el sillón… Incomodidad.
Entonces, se levantó otra vez y abandonó la habitación.