martes, 31 de marzo de 2009

Montón de nada

Estaba sentado en su sillón, mientras miraba por la ventana. No estaba cómodo – la comodidad era un lujo del que había prescindido hacía años. El sillón se había gastado con el tiempo, pero es factible que no fuera agradable ni siquiera en sus comienzos.
La ventana mostraba una porción de cielo sin estrellas, aunque en tal oscuridad era difícil establecer que hubiera nubes.

¿Y si eso era todo lo que había?

Disconformidad y penumbras.

¿Y si eso era todo? ¿Qué se puede hacer cuando las cartas están echadas y la suerte no ha sido gentil? Entonces, se levantó del sillón y dio vueltas en torno a su escritorio. El viejo escritorio de madera inglesa tallada era su objeto más preciado. Todos los días se tomaba al menos un minuto para recorrerlo con las yemas de los dedos.

Era, ese pequeño placer, el que parecía mantenerlo vivo. Era como si cada vez que se acercaba a su escritorio tomara la bocanada de aire que le alcanzaría para el resto del día.

Sin embargo, esta vez, en su recorrido, su índice se topo con una hendidura. Sus ojos giraron veloces para ver una marca, un pequeño agujero que irrumpía en su único espacio de armonía.

Maldijo interiormente. Buscó responsables, si bien estaba seguro de que su descuidada criada era la culpable. Miró nuevamente por la ventana… Oscuridad. Se volcó nuevamente en el sillón… Incomodidad.

Entonces, se levantó otra vez y abandonó la habitación.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Domingo: Invasión extraterrestre

Los domingos son días trágicos. En el mejor de los casos, despertamos a media tarde, y acortamos la agonía. Lamentablemente, no todo es tan fácil. Cuando el avance de las comunicaciones se pone insistente a las 11 de la mañana, no quedan muchas opciones. Hay que levantarse y atender. En el momento en que colgamos, comenzamos a maldecir la ausencia de propios y ajenos. Frases cómo "a donde mierda habrán ido los viejos?" o "por qué carajo no tenemos un contestador?" son recurrentes. (Me disculpo por la ausencia de signos de pregunta al abrir las mismas, no soy un vende patria, es que no encuentro el signo).


Los problemas que se presentan los domingos por la mañana son los peores. La primera dificultad es levantarse. Dolor de cabeza, mareos, acidez (siempre y cuando te despiertes en tu casa y no en Laferrere). Pero lo peor de todo es enfrentarse con uno mismo. El reflejo en el espejo muestra que uno es lo suficientemente grande como para salir a trabajar y la billetera vacía muestra que uno la pasó bien. Una terrible encrucijada, que ni siquiera puede ser opacada por la televisión, porque a nadie le importa Vale la pena, o feliz domingo (feliz domingo tal vez si).


Por eso las estadísticas hablan de un mayor número de suicidios los domingos. Pero, si dios descansó el domingo, es lógico que no haya nada para hacer. De cualquier manera, eventualmente volverá a ser viernes.

viernes, 13 de marzo de 2009

Sin título

El colectivo estaba atestado de gente. La tarde, húmeda. Cada cual atendía a su juego, y él dejaba pasar una tras otra las canciones en su cajita musical moderna. No lo pensó mientras se dirigía a su destino, pero ese mismo día, esa tarde, a esa hora, a una casa en el barrio de caballito la estaban cambiando. No le estaban pintando las paredes, ni construyendo un nuevo cuarto, ni cambiando los muebles. Esa tarde, una casa de una calle en el barrio de caballito se quedó sin una parte de su alma.


Bajó del colectivo y caminó algunas cuadras hasta que finalmente dio con quienes le dijeron que ya nada se podía hacer. La vida siguió, como también siguió la gente en el colectivo. Como siguieron el resto de las casas en caballito, sin prestar atención a su vecina, a la que ahora le faltaba un pedazo de alma.


*Me disculpo si este breve texto resulta incomprensible. A veces las cosas son difíciles de explicar. La vida decide pasar muy a pesar nuestro. Este escrito también está dedicado; hay mucha gente que te extraña.

viernes, 6 de marzo de 2009

High hopes

It was the third time that day. Everyone I knew had said you shouldn’t go past the second one. Punks... They weren’t strong enough; they didn’t feel the rush as I did. I surely did. I felt it rise through my arm and go straight to my brain. It was like a car race. And then my head started burning. I felt I could fly, I could walk on walls, I could do anything I felt like. God knows I loved feeling like this.


I was telling you: the third time that day, with the greatest stuff ever. Something I got from one of the guys in the corner. They had hooked me up with some in the past, but this was said to be on a whole different dimension. And it definitely was. The first doze took care of the room. The bed flew through the window, shattering the glass. This made a little cut near my elbow, which I found even more exciting. Of course, it led to some more self-induced cuts. I ripped the blinds out as well. My roommate came to check on me. Funny – he was so wasted that he just laughed at the scene. I introduced him to some pieces of glass left from the window and also lent him my tourniquet. We got the second doze together. This time it was much more relaxed. We got quite paranoid anyway, probably because of all the blood that stained the room and our clothes.


Two hours went by, three as much - who is there to tell me wrong anyway? I was ready for another go. My roommate was lying on the floor, looking at the ceiling. He tried to give me a face, but I paid no attention. Paranoia had ended and I needed something new. From there on, things get blurry. For instance, who called the paramedics? Who took me to hospital? I haven’t got a clue. When I awoke, I was lying in a hospital bed with medical staff peering down at me. I felt exhausted but relieved, and all I really remember was one of the doctors saying “You’re lucky to be alive.” I sure was. I went pass the third one, a whole new world opened up for me.