Llega un momento en el que no
puede haber vuelta atrás. Hay ciertas cosas que no tienen retorno. Cuando una
fuerza ha logrado ciertas conquistas, no puede simplemente hacerse de cuenta
que nada ha ocurrido y borrar todo con el codo. Lo saben y lo sabemos. Lo saben
todos los actores de este gran circo. Ellos saben que van a necesitar mucho
codo para borrar todo lo que ha sido escrito. Entonces tienen sus reuniones
secretas y piensan en artilugios y se dicen que el tiempo nos hará olvidar. Se sonríen
pensando que cosas como esta ya han sucedido y han podido seguir adelante. Se sonríen
y creen que todo puede cambiar menos ellos.
Pero olvidan algunos detalles.
Olvidan que no hay codos que alcancen para borrar ciertas luchas y ciertas
conquistas. Olvidan cuánto se ha sufrido, cuánto se ha llorado, cuánto se ha
reido y celebrado. El sufrimiento, el llanto, la risa y la alegría han de ser
cuatro de los sentimientos más fuertes del hombre. Y ellos no saben lo que
provocan, ni a dónde pueden impulsarnos. No lo saben por su incapacidad de
sentir. Ellos no sienten, como sentimos nosotros. Ellos se reúnen y planean
estrategias, que luego han de firmar en un sinfín de papeles que rubriquen su
miseria. Y con lo único que pueden contar es con sus mentiras y su prensa
embustera para tratar de confundirnos o hacernos olvidar. Pero todo está
guardado, sí. No pueden quitarnos las madrugadas sin dormir. No pueden
quitarnos las tardes de domingo. No pueden quitarnos las noches sufridas a la
distancia.
Llega un momento en el que no
puede haber vuelta atrás. El sufrimiento, el llanto, la risa y la alegría nos
han unido. Nos han hecho amar. Y todos bien sabemos que solo desde el amor
pueden tomarse las decisiones acertadas. Ellos pueden planear y pergeñar. Aquí
estaremos, llenos de amor, coreando tu nombre, sufriendo con vos, riendo con
vos, deleitándonos con cada enganche, cada pisada, cada cambio de frente y cada
tiro libre.
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