miércoles, 7 de diciembre de 2011

Los Miercolinos

Los que saben dicen que hoy es miércoles. Yo no les creo, pero lo sostienen. Llegado el caso, lo afirman con vehemencia y hasta furia. Parece como si tuvieran un cierto miedo a que no sea miércoles. He meditado al respecto y si bien no logro dar con una conclusión que me cuadre como definitiva, he desarrollado algunas hipótesis.

La primera posibilidad que barajé es que, tal vez, el miércoles sea un día muy importante en la vida de quienes lo afirman como tal (podemos referirnos a ellos como Miercolinos ya que Miercolistas no tiene el mismo sabor sonoro). Automáticamente, intenté dilucidar las virtudes que podría llegar a tener el miércoles por sobre otros días. Aquí tropecé con el primer escollo. El miércoles no corre con la ventaja de proximidad al sábado inherente a jueves y viernes. Tampoco cuenta con la esperanza de nuevo comienzo y energía renovada de un lunes, que si bien da comienzo a la rutina, permite el reencuentro con colegas y compañeros. Así, el miércoles solo puede ostentar cierta ventaja – en el mejor de los casos – con respecto al martes. No parece éste motivo suficiente para la encarnizada defensa que hacen los Miercolinos.

Otra posibilidad es el miedo a la pérdida. Lamentablemente – y es aquí necesario ser claro sobre el carácter de lamentable de las cuestiones a ser mencionadas – en la era de la inmediatez, cada minuto parece contar. Todo es instantáneo y, por consiguiente, los instantes son preciados. Entiendo que el lector no comparte esa filosofía, puesto que de hacerlo ya hubiera abandonado la lectura; pero le pido que intente imaginar lo que podría llegar a sentir un Miercolino instantista si se viera forzado a renuncia al miércoles para aceptar que es, en realidad, jueves y ha perdido millones de invaluables e irrepetibles instantes. El Miercolino podría verse empujado al suicidio. Por otra parte, debe reconocerse que si en lugar de ser jueves, el día fuera martes el Miercolino ganaría todos esos instantes. Cabe aquí postular, entonces, que o el Miercolino carece del coraje necesario para apostar un día entero a cara o cruz o que este tampoco es el motivo de la fundación de este reaccionario grupo defensor de los miércoles.

Al haber descartado estas variantes, creo haber dado con algún motivo un tanto más probable: el Miercolino, al igual que la mayoría de los humanos, añora la perfección. El error, y más tratándose de un error tan elemental como puede ser la confusión en el día – ni siquiera en el número – es inaceptable.

Es esta la cuestión que me resulta particularmente reprobable. Uno puede, claramente, equivocarse en el día y creer que un jueves es un miércoles, y más aún si uno es un Miercolino empedernido, pero no aceptar el error es algo triste. La necedad es condenable.

Ah, por cierto, miércoles 7 de diciembre de 2011.

No hay comentarios:

Publicar un comentario