Murió Videla, sí. Murió una
persona que nunca conocí y cuya imagen, sin embargo, me inspiraba un profundo
miedo, rencor, dolor. Una cantidad indescriptible de cosas cada vez que uno se
tiene que cruzar con una imagen de la cara de Videla. Peor aún si uno se sienta
a leer o escuchar alguna declaración de Videla: si uno se toma el trabajo
entiende porqué esa cara le produce todas esas cosas.
Murió Videla. Y lo que me pasa es
que no me siento para nada alegre, como me han comentado que se sienten muchos
amigos y conocidos. Yo siempre digo que no se festeja la muerte de nadie, y lo
pongo como una máxima. Y ahora la muerte de este… de este hombre (me cuesta
calificarlo como tal, pero prefiero no calificarlo de otra manera) me muestra
por qué no festejo la muerte de nadie: murió una persona a la que incluso en
algún otro momento le he deseado la muerte. Y no me alegra. Puedo alegrarme,
sí, de que haya sido juzgado (tarde lamentablemente, pero llegó). Puedo
alegrarme de que haya ido preso. Pero su muerte no me alegra.
Ojo, no me creo más que nadie:
entiendo perfecto a la gente que sí se alegra. Los sentimientos son lo que son
y salen como salen. A mí, la muerte de Videla me recuerda todo el mal que le
hizo a nuestro país y a tanta gente. A mí, el odio que le tengo a Videla me
dice que en algún lugar muy chiquito, este desgraciado nos ha ganado: este tipo
sembró muerte, sembró odio, sembró tortura (y esto dejando de lado que sembró
pobreza y hambre). Yo creo que el odio que yo le tengo a este tipo es su
pequeña victoria sobre mí. Yo creo que si Videla me hubiera conocido, él querría
que yo lo odie.
Este texto no intenta mostrar
ningún camino a seguir, ni decirle a nadie como debería sentirse. De hecho, es
factible que esté lleno de contradicciones. Pero ese es justamente mi
sentimiento en este momento: un cúmulo de contradicciones. Porque así como creo
que este odio es la victoria de Videla, también debo decir que en mi país las cosas
han cambiado: en mi país hay gente que piensa igual que Videla (aunque muchos
no se animen a decirlo), y puede que sean muchos, pero son los menos. En mi país,
hoy en día, a la gente que hace las cosas que hizo Videla se la juzga. En mi
país, los jóvenes están en las calles. En mi país no reina el miedo. Y esa es,
a mi manera de verlo, nuestra victoria sobre Videla. Yo no me alegro por su
muerte. Me entristezco por todo lo que nos ha hecho. Y me alegraré si el
recuerdo de tanto dolor sirve para empujarnos hacia la vida, a creer y a hacer.
Si esto es así, lo hemos vencido. Si esto es así, murió La Muerte.
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