Yo diría, casi con certeza, que
mi único recuerdo de esos bellos días es que ella tenía un lunar en el ojo. Sí,
juro que lo tenía. ¿Habrá sido algo tan llamativo o yo le habré dado demasiada
importancia? Sobre eso, ya no tengo tantas certezas. Es extraño, pero creo que
ese es el único recuerdo real. El resto, acaso, habrá sido una fabricación del
tiempo. De este tiempo. De todo el tiempo en el que ya no está. Entonces se ha
convertido en una diosa de un Olimpo fabricado, con un lunar en un ojo. He
arrojado por tierra cualquier miseria, cualquier mínimo detalle que pudiera
opacar sus atributos. He ensalzado todas sus virtudes. Mi amor se ha
acrecentado exponencialmente. He cantado loas en su nombre. He llegado,
incluso, a creer que ella me ha amado. Peor aún, me he creído merecido acreedor
de ese amor. Mas algunos días despierto después de confrontaciones que también
son inventadas – pero estas al menos de forma subconsciente – y lo único que es
cierto es que tenía un lunar en el ojo. El resto puede haber sido un cuento
fantástico: pero al menos de los buenos; uno de esos que dejan un vacío en el
alma al llegar al fin.
viernes, 30 de agosto de 2013
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