¿Diez años no es nada? ¡Ah no! ¡Veinte
años no eran nada! Bueno, tal vez veinte años no sean nada. Pero diez años son,
cuando menos, un montón. Diez años, si llegan a suceder en el rango etario
apropiado, son lo suficiente para vivir dos o tres vidas o alguna agonía
extremadamente larga. Diez años no serán nada para quien vive en la trampa de
la felicidad: diez años no son nada para quien se ha dedicado a su empleo,
quien ha “invertido” su tiempo en el estudio y la familia, para quien se ha
creído el cuento del sueño americano. Así, entre la carrera universitaria, el
alquiler, el compañerismo, mantener la llama, los hijos, las cuentas, la
cochera, los años pueden volar. Puede usted despertar una mañana y tener
cincuenta años. ¡Dios quiera que esto no le ocurra! Yo, al día de hoy, no he
visto cosa más patética que el pobre cincuentón de pelo largo arriba de un auto
importado con una mina considerablemente más joven al lado. ¡Pobre del hombre que
despertó a los cincuenta años y ahora no tiene más que enfrentar la crisis!
¡Pobre del hombre que se dedicará a inventarse una vida de felicidad comprada,
siempre y cuando sus ingresos se lo permitan! Un hombre al que entre pantomimas
de felicidad se le ha escapado la vida y, en su afán por recuperarla, no ha
dado con mejor solución que esconder la cabeza cual avestruz. ¿Cuánto tiempo
más, eh?
¡Si ese hombre supiera! Si ese
hombre pudiera o hubiese podido comprender. Si un día no se hubiera dejado
distraer por la cochera, el auto, los servicios. Si por un día no hubiera
prestado atención a las cuentas, los apuntes, las flores. Si hubiera dejado
todo eso por un día y hubiese visto todo lo que se gana y se pierde en diez
años. Todas las vidas que se viven en diez años. Todas las muertes que se
lloran en diez años.
Yo, por mi parte, ya estoy un
poco cansado de tantas vidas. Medio que me siento como que ya no quiero ser
John Malkovich. Pero eso no sería nada. El cansancio y las vidas no pesarían ni
un poco, si no fuera por tantas muertes. Agota la vida abrazado a Hades, en las
puertas de su reino. Yo, de haber sabido, creo que me quedaba con la crisis de
los cincuenta.
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