¿Cuánto tiempo pasó? Es como
cuando uno se despierta y no está muy ubicado. La situación es breve. En dos o
tres segundos uno recupera la noción del espacio. Esa es la parte más fácil –
incluso aunque no haya luz o uno se haya dormido en un ámbito que le sea ajeno.
La noción temporal puede tardar un poco más. Por ejemplo, usted se recuesta en
la cama a mirar televisión. Se duerme, sin necesariamente desearlo. Se
despierta un tanto turbado, por el calor. El día se ha ido. Recuerda usted que
aún había luz cuando se acostó, mas despierta en penumbras. Lo que le queda es
manotear hacia un costado esperando que la tecnología móvil lo saque de la
encrucijada horaria. Podría, también, mirar el televisor – si es que sigue
encendido y no fue apagado entre sueños.
Supongamos que han pasado horas, dos o tres de
ellas. El verdadero problema – el quid de la cuestión – es convencer al cuerpo
de que esto es así. Usted se levantó atontado. ¿Por qué cree que se levantó
así? ¿Porque no planeó dormirse? ¿Serían las cosas distintas si lo hubiera
planeado? ¿No estaría perdido, babeante y aturdido? Cada uno es libre de creer
lo que quiera, pero yo creo que usted se está evadiendo. Para mí que usted se
despertó atontado porque tiene la intención de jugarle de cómplice al tiempo,
pero su cuerpo no se lo permite. Su cuerpo sabe. Su cuerpo sabe que el tiempo
le ha mentido y usted prefiere encubrirlo antes que enfrentar la realidad.
Está bien igual. El cuerpo
tampoco es tan insistente: como mucho le gritará la verdad en la cara hasta que
se pegue una ducha. Una vez que el agua lo golpee, lo despierte y lo relaje,
nadie recordará que han pasado, en realidad, dos o tres años.
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