sábado, 20 de diciembre de 2014

La Luz

Uno piensa que está abandonando los lugares oscuros, los agujeros negros. Uno pretende llenarse de color, de luminosidad. Uno pone la música bien fuerte y canta, grita. Uno sonríe. Y ahí viene Edesur, para recordarle a uno que no todo está ganado, ellos vienen a ofrecer su mierda. Entonces  uno la toma, y nuevamente se llena de oscuridad, de agujeros negros. El color se disipa y la única luminosidad posible es el rojo de unos ojos encolerizados. El único canto es el ruido de los golpes de la cuchara de metal contra la cacerola. Uno odia. Odia mucho y odia con razón. Nadie debería vivir es las tinieblas.


Tengamos cuidado. Nadie debería, pero hay mucha gente que lo hace. Mucha gente en todo el mundo y mucha gente en nuestro país vive sin luz, vive sin agua, vive sin comida. Mucho mundo (aunque para nosotros el mundo sea la Europa Occidental) vive sin vida. Recordemos esto. Hagámoselo saber a nuestros ojos encolerizados. Recordémonos esto. O no. Mejor: mintámonos. Sí, digamos que en realidad batimos nuestras cacerolas porque ningún ser humano debiera vivir sin luz. Digamos algo de Mandela, sí. Seamos grandes. Seamos los héroes. Copemos las esquinas de Palermo y Caballito en nombre de aquellos que no son oídos. Ah no. No no. Pará que ahí vuelve la luz.


Sí. Quedese tranquilo, lo sé. Hay miles de aristas que estoy dejando de lado. Pero no, ojo. No me tilde de liviano. Yo escribo esto con la batería que le queda a mi computadora. No, ¡no me hago el mártir hombre! Le estoy diciendo que tengo computadora. Entiendame. Lo que le digo es que yo, y usted que lee esto, somos afortunados. Por empezar yo sé escribir y usted sabe leer, que no es poco. Ambos tenemos una computadora, desde la cual escribimos y leemos. Aparentemente, ambos tenemos una conexión a internet (sí, no funciona en este momento que yo escribo, pero sí funciona en este momento que usted lee). Yo escribo sin luz, desde un barrio de Palermo. Y no me falta el instinto asesino. No dejo de pensar que saldría a la calle a matar gente porque me cortaron la luz. Y después me pregunto, ¿a qué gente tengo que salir a matar? Las respuestas lloverán y serán bastante distintas en función de su posición en el arco político. Digamos, pueden ir desde que “hay que acabar con la corrupción” a “no hay que hacer nada porque en realidad tenemos luz” pasando por “la luz es de los opresores” o “lo natural es vivir con luz solar”. Lo importante, a mi forma de ver (que claramente no comulga con ninguna de esas cuatro posturas) es hacerse cargo de esas ideas que uno sostiene. Buen hombre, no salga a la calle a hacerse escuchar por los que no son oídos. Salga a la calle, diga fuerte y claro “Me cago de calor, no tengo agua. Quiero mi aire acondicionado. Se me arruinan las cosas de la heladera”. Digalo. Digalo claro. Está en todo su derecho de decirlo. Pero no me hable de “la gente” o “el pueblo”. Usted no es la gente, ni yo tampoco. No somos el pueblo.


Nadie debería estar sin luz. ¿Y qué hacemos para que eso pase? Le digo lo que hacemos: hacemos un cacerolazo. Pedimos que Cristina y Macri (y cualquier gobernador de turno, hablo de Macri porque es el que me corresponde) nos solucionen el problema con urgencia y si no que se vayan. ¡Si no saben gobernar que se vayan! ¿Acaso para que les pagamos sus salarios con nuestros impuestos? ¿Para que se nos rían en la cara? Es una variante. Yo prefiero pensar que la luz debiera ser un recurso indispensable y, por tanto, de todos. Yo digo que si edesur, edenor y quien corresponda nos tuvieran un poquito de miedo, ya hubieran invertido todo eso que no invierten para que usted, yo y el pueblo tengamos luz. ¿Sabe por qué no invierte? Porque no tiene miedo. No tiene por qué tenerlo.  La temperatura bajará. La luz volverá, nacerá Cristo y todos habremos olvidado todo. Encenderemos el aire acondicionado y el televisor y buscaremos alguna otra lucha para dar por los desvalidos. Una inundación nos vendría bien. Esas cosas sí que nos hacen buenos. (Vayámonos a la mierda, usted y yo, que es lo que merecemos)

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