viernes, 5 de diciembre de 2014

La vida misma (y las otras vidas)

A veces me llegan recuerdos de otro tiempo. Diría, casi, que son recuerdos de otra vida. Lo diría pero no creo en reencarnaciones ni nada parecido, así que supongo que no puedo decirlo con exactitud. De todas maneras, no creo que haya que reencarnar para vivir otras vidas. Yo diría que llevo vividas al menos cuatro. Y me llegan a veces, inesperadamente, recuerdos: una torta y un baile con una abuela que ya no está en una terraza que ya no es; un asiento de colegio lleno de frases de canciones que ya no escucho; un beso que ya no doy; un viaje en colectivo de rutina que ya no hago. Los recuerdos suelen tener eso. Muchos de ellos son sobre cosas que ya no son. Mi memoria es selectiva y de corte evidentemente nostálgico. Y decía que parecen ser otras vidas porque ya no voy a levantarme nunca a las siete de la mañana para tomar el 124. Nunca voy a volver a sentarme en un banco de secundario a escribir frases de canciones con liquid paper. No voy a volver a bailar en un balcón terraza con mi abuela. Entonces esas vidas han muerto. Como pasa con cualquier muerte, por pequeña que sea, quedan recuerdos, quedan sonrisas y quedan llantos. 

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